sábado, 25 de octubre de 2014

RECUERDOS DE UN MANOLETISTA


Los doce paseíllos de Manolete en el coso de la Condomina, de Murcia
Cogida mortal de Manolete en Linares
 
Era el 29 de agosto de 1947 y uno acababa de estrenar quince años. Las esquinas de aquella Torrevieja de la época ya te alegraban la vista con la policromía de los carteles que anunciaban la próxima Feria de Murcia. El día 7 de septiembre, Manolete y Luis Miguel Dominguín, esta vez acompañados de Paquito Muñoz.

D.Luis Alegre, entre el alcalde de Benidorm y la concejala de Cultura
Un triunfo de la empresa Alegre y Puchades que había logrado que el Monstruo cordobés hiciera dos veces el paseíllo, en un año en que seleccionaba muchos sus actuaciones y sólo acudía una tarde a cada feria. Y además, esta vez con la compañía, molesta, del pequeño de los dominguines que ya había incidido su vuelo de águila real y quería alcanzar el trono de la torería.

Aquella mañana del 29 de agosto, casa en planta baja (Torrevieja no era entonces, ni mucho menos, la ciudad cosmopolita que es hoy), calle de Calvo Sotelo, al costado de la Plaza de Abastos, se colaban por la ventana los gritos del vendedor de periódicos. Entre sueños oí que decía “¡Información de Alicante, con la gravísima cogida de Manolete en Linares!”. Y terminé de despertarme lleno de sobresalto ¡Válgame Dios, ya no viene a Murcia!, me dije.

Sobre las doce de la mañana, mi padre desde Murcia, llamó al vecino Hotel Victoria torrevejense, aledaño a la vivienda que habitábamos (no abundaban los teléfonos por aquel entonces) para que avisaran a mi madre. “A ver cómo le dices a Andrés que Manolete ha muerto”. Lo ha dicho, a las ocho, el parte hablado de Radio Nacional de España. No corrían entonces las noticias con la rapidez de ahora.

¿Cómo reaccioné? Me fui al paseo de las Rocas y allí, sin que nadie me viera, rompí a llorar.
Torrevieja, paseo de Las Rocas
A los quince años podía considerarme un aficionado veterano, puesto que tenía dos años cuando me iluminó, por primera vez, el sol de una plaza de toros. La de Orihuela. Y es a los ocho años, cuando llega eso que llamamos uso de razón, cuando empiezo a comprender la maravilla de esta Fiesta y entonces, 18 de julio de 1940 cuando me deslumbra la personalidad, del arte, la majestad que desprende aquel hombre alto, serio, que se llamaba Manolete.


Domingo Ortega y Manolete
Novillero hecho en la llamada zona nacional, por aquí se empieza a saber de él cuando termina la contienda. Toma la alternativa el 2 de julio de 1939, en Sevilla, y en ese mismo momento empieza su andadura imparable, arrolladora.

En el Puerto de Santa María, con toros de Pablo Romero, alcanza tal éxito que, cuando le preguntan a Juan Belmonte, espectador de excepción, su opinión y dice: “Yo, que no tenía que asustarme de nada, al verlo me asusté”. ¿Y qué hacía Manolete para asustar a un hombre tan avezado, en esas lides, como el trianero?. Pues trae su revolución propia. Si hasta en él era norma que cada toro tenía su lidia, lo que implicaba que cada torero tenía que torear con arreglo a las condiciones del toro. Manolete nos dice con su muleta que son los toros los que tienen que adaptarse a su concepción del toreo.

Esa es su revolución. Igual que con Belmonte hubo un antes y un después, con el cordobés va a suceder lo mismo. Y nada va a ser igual. El que no entre en esa dinámica se quedará atrás o se marchará a casa. A cierto tipo de toreros, a los que tienen que esperar “su toro” para destapar su arte, las cosas se les ponen difíciles.
Pepe Luis Vázquez, Ortega y Manolete
¿Y por dónde  va la revolución de este hombre, qué es lo que hace para que un gran número de toros le tome la muleta?. Pues pisa un terreno inverosímil, en el que se queda tremendamente quieto. Tiene el don de encontrar la distancia justa y no se mueve pase lo que pase. Y si pasa, si el toro le levanta los pies del suelo, vuelve a ponerse, impávido, en el mismo sitio. Tiene una gran serenidad para ver llegar los toros y un toque, imperceptible, de muñeca eficacísimo para desviar la embestida incierta en el momento justo. Y así hasta que el toro se desengaña y se entrega. Y a partir de aquí la locura. Y todo ello en el espacio de un ladrillo, nada d3e aquí te doy cuatro pases y allí tres. Todo en el mismo sitio, prueba evidente de un dominio total.
Juanito Belmonte



Hace el paseíllo en Murcia en un mano a mano con Domingo Ortega -figura indiscutible de los años treinta, de los cuarenta y mientras se puso en traje de luces-, el 18 de julio de 1940. Con toros de Terrones triunfan clamorosamente y ya me hice manoletista para toda la vida. Hasta que Dios disponga.

El 8 de septiembre vuelven Domingo Ortega y Manolete a Murcia. Cierra el cartel un chaval sevillano, alternativado el 15 de agosto en la Maestranza: Pepe Luis Vázquez. Los toros de Veragua, ya en manos de la familia Domecq, no ayudan a que la tarde sea triunfal, aunque si no hubiese habido fallo a espadas alguna oreja se habría cortado.


Manuel Martín Vázquez
Dos paseíllos hace el de Córdoba en la Feria de 1941. El día 7 con Juanito Belmonte y Pepe Luis Vázquez para matar los toros murubes de Doña Carmen de Federico. Otra vez la espada le escamotea el éxito. Y al día siguiente, con máxima expectación, vuelven a torear los tres anteriores con un Pedro Barrera, que ha tomado la alternativa en julio, en la feria valenciana y viene pidiendo paso con la personalidad arrolladora de su muleta, que conecta enseguida con los tendidos. Los toros de Concha y Sierra. Manolete, en el segundo de la tarde, en el mismísimo centro del ruedo, está llevando a cabo una faena que tiene al público en pie. En el momento álgido, cuando mayor es el entusiasmo, el toro lo derriba, lo busca en el suelo y le da una cornada que le marca para siempre en la mejilla derecha. 
Manolo Escudero

El 8 de septiembre de 1943, de nuevo con ganado de Concha y Sierra, actúan Juanito Belmonte, Manolete, Manolo Martín Vázquez (hermano mayor del inolvidable Pepín, de la película “Currito de la Cruz”) y Pedro Barrera. De nuevo, el triunfo grande es para el caravaqueño.

 En 1943, en el mes de mayo, hay una corrida extraordinaria entre los actos con que Murcia celebra el VII centenario de la reconquista de la ciudad. El día 2, con toros del Conde de la Corte, toma la alternativa Manolo Escudero de manos de Manolete y siendo testigo Pedro Barrera. Tarde triunfal para los toreros y para el ganadero.


El siguiente 8 de septiembre, alternando con Pedro Barrera, Antonio Bienvenida y Manolo Escudero, el de Córdoba corta cuatro orejas y dos rabos. También le sonríen el éxito a Barrera y a Escudero. No así a Bienvenida todavía no repuesto, anímicamente, de la tremenda cornada que recibió en Barcelona el año anterior.


José Vera, Fermín Rivera y Manolete
En 1944, en la consabida fecha del 8 de septiembre, hacen el paseíllo Juanito Belmonte, Manolete y El Andaluz. Los toros de Doña Carmen de Federico no facilitan la labor. Pero el 8 de octubre se organiza una corrida a beneficio de las obras del santuario de la Fuensanta. Se presenta en Murcia, ese día, Fermín Rivera, mejicano, y con él comparten cartel Manolete y Niño del Barrio, con toros salmantinos de Arturo Sánchez. Tarde de orejas para todos y un  brindis muy emocionado de Pepe Vera al cordobés, contento y feliz de verse alternando con la gran figura.
Simao da Veiga

En 1945 la empresa Alegre y Puchades, que rige los destinos de la Plaza de Valencia, se hace cargo del coso de la Condomina. Como tarjeta de presentación organizan, el 15 de abril, una corrida con Manolete, Carlos Arruza y El Andaluz. Los toros de Concha y Sierra no colaboran y los toreros están bien a secas.
Pero hay desquite en septiembre donde el día 8, precedidos del rejoneador portugués Simao da Veiga, salen al ruedo Manolete, Arruza y Parrita. Todos los toros de Domecq volvieron sin orejas al desolladero.

Al día siguiente, con el preámbulo de don Álvaro Domecq y con los temidos toros de Miura en los chiqueros, hacen el paseo Pepe Bienvenida, Manolete y Arruza. Manolete está apoteósico con un pupilo de don Eduardo, al que le corta las orejas y el rabo. Tarde, también triunfal, para el poderosísimo Pepe Bienvenida y una actuación discreta de Carlos Arruza, que extraña las  características de los toros que pastan en Zarahiche.                                                                                                                

Y esta es la historia de los doce paseíllos que hizo en Murcia aquel enorme torero, inolvidable para todos los que tuvimos la suerte de verlo.

Dr. Andrés Salas Moreno

viernes, 11 de octubre de 2013

MANOLETE y MURCIA, un paseo taurino por aquella época


A don José Barceló Llorca y a Jaime Marco “El Choni”,
  Que tuvieron la suerte de ser amigos de Manolete.
Con el afecto del autor.

     Cuando el 18 de julio de 1940 los carteles anunciaban en la plaza de toros de Murcia un sensacional mano a mano entre Domingo Ortega y Manolete, me imagino la curiosidad y la ilusión de los aficionados. Hasta que estalló la guerra civil, en julio de 1936, Domingo Ortega fue asiduo componente de las corridas que se organizaban en nuestra ciudad. Figura indiscutible, primerísima, desde que en marzo de 1931 tomara la alternativa en Barcelona, tras haber toreado muy pocas novilladas, pero con un aprendizaje muy duro por las capeas de castilla, su nombre era imprescindible en todo cartel de lujo. Y es, sin duda alguna, el torero más importante de la década de los treinta.
Cuando en el 36, España queda dividida en dos, la mayoría de las figuras quedan en el llamado bando nacional y el que no, procura pasarse a él a través de Francia, valiéndose para ello de contratos en el sur del vecino país. En aquella zona también quedaron la mayor parte de las ganaderías y, a pesar de las dificultades, las corridas continúan en mayor número que en la zona roja. En aquella parte están Marcial, Manolo y Pepe Bienvenida, La Serna, Vicente Barrera, “El Estudiante”, Chicuelo y un largo etcétera.
     Los aficionados de esta parte ignoraban qué sería de sus ídolos, pues es de suponer que las noticias taurinas serían nulas, y, por otra parte, las preocupaciones de los murcianos serían muy otras ante un enfrentamiento tan incivil y absurdo.
José Vera "Niño del Barrio"
     Pero la afición sigue, a pesar de todo. Eran los años en que José Vera “Niño del Barrio”, novillero puntero de los años treinta, abocado a la alternativa, veía marcharse sus ilusiones con los avatares de la contienda; eran los tiempos en que surgía un novillero caravaqueño de personalidad desbordante: Pedro Barrera.
     Así, con dificultades y todo, porque el ganado escasea en esta zona, en 1937 se dan en Murcia hasta diez festejos taurinos, la mayoría con la participación del “Niño del Barrio” y de un torero sevillano que en su día hizo concebir grandes esperanzas. Alternativado en su Sevilla natal en 1928 renuncia a la alternativa años después y vuelve al escalafón inferior. Su toreo de capa es muy notable, su estilo, finísimo. De ahí su apodo: Mariano Rodríguez “El Exquisito”.
     Con ellos hacía el paseíllo un tal Julián Medina “El Alhameño”, Juan Tirado… Hasta una corrida mixta hubo el 10 de octubre de 1937, en la que mataron cuatro toros Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, hermano del desaparecido Curro Puya, y Félix Colomo. Los novillos son pasaportados por nuestro Pepe Vera “El Niño del Barrio”.
  
Mariano Rodríguez "El Exquisito"
   El año 1938 es más parco en festejos taurinos, puesto que sólo tenemos noticias de tres novilladas en las que vuelven a repetirse los nombres de Mariano Rodríguez “El Exquisito”, “El Niño del Barrio”, Juan Tirado, Julián Medina y saltan los nombres nuevos de Valentín Ritoré y Manuel Ruiz “Niño de la Isla”, al que tantas veces hemos visto en los últimos años, ya anciano, vigilante en la barrera, presto a darle consejo a su Mike Litri, el hijo de su entrañable amigo Miguel Báez Espuny.
     ¿Fechas de estas novilladas? El 5 y 19 de junio y el 12 de julio. Por cierto que en la del 5 de junio actúa el ya mentado Juanito Tirado, diestro jienense, que a la semana siguiente encuentra la muerte al ser cogido por un novillo en la plaza de toros de Úbeda.
     A partir del 12 de julio, un silencio taurino en la plaza de la Condomina. El 1 de abril de 1939, la guerra ha terminado. El pueblo quiere olvidar los horrores vividos y vuelve con ilusión a los toros en la fecha torerísima del 8 de septiembre para presenciar la actuación de Vicente Barrera, el abuelo del actual Vicente Barrera; Pascual Márquez y Juanito Belmonte, estos dos últimos “hechos” en estos tres años de pesadilla. Pascual Márquez es un torero valentísimo, hijo del conocedor de la ganadería de Moreno Santamaría. Es torero popular, muy del pueblo. Su estilo es espeluznante y Sevilla está volcada con él. Lo ha alternativado en 1937, en la Maestranza, el gran estoqueador Luis Fuentes Bejarano, con una gordísima corrida del hierro de Pablo Romero. Juanito Belmonte es hijo del inconmensurable Juan, el “Pasmo de Triana”. No es la primera vez que asoma por Murcia, que ya lo hizo de novillero en 1935 formando pareja con el hijo de otro diestro famoso, José Ignacio Sánchez Mejías, vástago del gran Ignacio, el del poema de Federico García Lorca.
     Y ya, más repuesta la ciudad, más reorganizada la afición, 1940 nos trae en su primera mitad nada menos que seis festejos. Se inician éstos el día de San José, el 19 de marzo, con una novillada en la que actúa Pepe Cerdá, luego banderillero notable, luego fotógrafo taurino, muy popular en el Levante español. La nota destacada de aquel festejo corre a cargo de un espontáneo que deja a todos boquiabiertos, tal es su soltura y su decisión ante la res. El espontáneo se llama Antonio Sánchez y más adelante habríamos de conocerle con el sobrenombre de “Niño de Caravaca”.
Antonio Sánchez "Niño de Caravaca"
     El reencuentro con el Domingo de Resurrección, fecha taurina donde las haya, es el 24 de marzo. Al cabo de cuatro años, las imágenes de Salzillo, la del Cristo de la Sangre, la Dolorosa de Ruiz Funes, han vuelto a perfumar las calles de Murcia, a llenarlas de un fervor entusiasta, solemne. Vuelven a Murcia los toros legendarios de Trespalacios y es, también, un reencuentro de la afición con el siempre joven maestro Marcial Lalanda, que a estas alturas lleva ya veinte años de alternativa y es el eslabón que une los tiempos de Joselito y Belmonte con las nuevas generaciones. Con todos ellos ha competido, ocupando siempre un lugar preeminente en el escalafón. Con él hacen el paseíllo este día Pepe Bienvenida, el inmenso Pepote, torero muy largo, de los que pueden con todos los toros, y el finísimo Curro caro.
     Ganas de toros hay en Murcia, pues el domingo siguiente, 31 de marzo, tenemos una novillada postinera con Pedro Barrera, que está ya en novillero puntero; el sevillano Paquito casado y Aurelio Puchol “Morenito de Valencia”. Al día siguiente, 1 de abril festivo por aquel entonces, repiten los dos últimos y se incorpora al cartel otro novillero de primera fila: Manolo Martín Vázquez.
"Morenito de Valencia"
     El 19 de mayo la plaza de la Condomina vuelve a abrirse para ser testigo de un mano a mano muy interesante. Los toreros de la tierra “El Niño del barrio” y Pedro Barrera se las van a entender con seis santacolomas de Joaquín Buendía. El 2 de junio, ambos novilleros vuelven a encontrarse en el mismo ruedo, esta vez en festejo de ocho novillos, con el acompañamiento de Domingo y Pepe Dominguín, que se presentan en Murcia.
     Y así desembocamos, con la afición ya embalada, a aquel 18 de julio de 1940.



Presentación en Murcia

Domingo Ortega sigue siendo el maestro de siempre, el torero de maravilla, que dice su pasodoble. Ahora, menos duro en su estilo, más suave, más depurado, quintaesenciado, diríase que juega con los toros, adaptado a este toro que difiere en mucho del bronco y tremendo de los años treinta, donde su muleta era como un trallazo. El toro de esta hora es más chico, pero muy repetidor en sus embestidas. Así, pues, a Ortega todos le conocen. De Manolete llega mucho ruido con exclamaciones de asombro. Se ha hecho en la, otra zona y poco sabemos de su carrera novilleril, que transcurre, lógicamente, por las plazas del sur.
Toma la alternativa el 2 de julio de 1939, en Sevilla, de manos del gran Chicuelo, y en las catorce corridas que torea dicho año llena a los públicos de estupor, como ocurriera en sus tiempos con Juan Belmonte, el que por cierto le ha visto torear en el Puerto de Santa María una corrida de Pablo Romero a la que el cordobés le corta las cuatro orejas y dos rabos y que cuando el crítico “Clarito”, que aún no ha visto a Manolete, le pregunta su opinión, el trianero responde con su tartamudeo característico: “Yo, que no debía asustarme de nada, cuando lo vi me asusté”.
   
"Clarito"
  ¿Y qué hacía Manolete para asustar a un hombre tan avezado a esas lides como el trianero? Pues traer su revolución propia. Si hasta él era norma que cada toro tenía su lidia, lo que implicaba que cada torero tenía que torear con arreglo a las condiciones del toro, Manolete nos dice con su muleta que son los toros los que tienen  que adaptarse a su concepción del toreo. Esa es su revolución. Igual que con Belmonte hubo un antes y un después, con el cordobés va a suceder otro tanto. Ya nada va a ser igual. El que no entre en esa dinámica se quedará atrás o se marchará a casa. A cierto tipo de toreros, a los que tienen que esperar “su toro” para destapar su arte, las cosas se le ponen difíciles. ¿Y por dónde va la revolución de este hombre; qué es lo que hace para que un gran número de toros le tomen la muleta? Pues pisa un terreno inverosímil, en el que se queda tremendamente quieto, tiene el don de encontrara la distancia justa, no se mueve pase lo que pase (y si pasa, si el toro le levanta los pies del suelo, vuelve a ponerse, impávido, en el mismo sitio), tiene una gran serenidad para ver llegar a los toros y un toque imperceptible, eficacísimo, para desviar la embestida incierta en el instante justo. Y así una y otra vez hasta que el toro se desengaña y se entrega. Y a partir de aquí, la locura. Y todo ello en el espacio de un ladrillo, nada de aquí te doy cuatro pases y allí tres. Todo en un espacio mínimo, prueba evidente de un dominio total.
     Cuando llega a Murcia lleva ya 25 corridas en las que ha ido perfeccionando su difícil tauromaquia. Barcelona, la plaza en que más veces haría el paseíllo, se le ha entregado y en Sevilla, en sus tres actuaciones de la feria, con los hierros de Tassara, Villamarta y Miura, ha puesto el pabellón muy alto. Sevilla, a pesar de su rivalidad taurina con Córdoba, va a ser siempre muy manoletista. Pues todo eso sabíamos de él cuando aquel día acudimos a la, plaza para ver al de Borox y a él frente a seis toros salmantinos de Terrones. Como sucede con todo gran acontecimiento, las entradas eran caras y quizás esto, quizás el calor que debía hacer, motivó que la plaza solo se ocupara en su mitad. Y la verdad es que los que se quedaron en casa se lo perdieron, pues el maestro Ortega tuvo nada más y nada menos que este balance: en el que abrió plaza, saludos desde el tercio; en el tercero, dos orejas y rabo, y en el quinto, que brindó a aquel gran murciano anfitrión de toreros y artistas que se llamó Pepe Balaguer, cortó orejas y rabo.
Julián Alcaraz, pintor
     Por su parte, Manolete fue muy aplaudido en el segundo de la tarde, cortó las dos orejas y rabo del cuarto y en el sexto, que brindó al pintor Julián Alcaraz, fue muy ovacionado. El crítico taurino que juzgó la corrida opinó así del cordobés: “Teníamos verdadero interés en comprobar qué clase de torero es Manolete. Creemos que el puesto que ocupa en el toreo lo debe más que nada a su valor temerario. Porque a Manolete le ocurre con el toro como al baturro del cuento con el tren. Se pone delante de su camino y no se aparta y si le roza la faja no se mueve”. Y de su faena al sexto dice: “Siguió toreando al último como si los toros no tuviesen cuernos. El público se asusta con su manera de torear, quizás porque tiene un toreo seco y sobrio”.
     La temporada de 1940 sigue en plan triunfal y asimismo ocurre con Domingo Ortega, con el que coincide en el ruedo treinta y seis veces de las cincuenta en que va a hacer el paseíllo. Es el cartel que quieren los públicos, es el cartel que anima a las taquillas, por lo que la empresa de Murcia vuelve a contratarles para la fecha del 8 de septiembre, en que saltan al ruedo los toros de Veragua, ya en manos de la familia Domecq. El cartel tiene esta vez un aditamento importantísimo, inmejorable. Desde el 15 de agosto, en la sevillanísima festividad de la Virgen de los Reyes, es matador de toros el novillero más importante de los últimos años. Tiene gran cartel en Murcia, donde actuó varias veces en 1939. Su nombre: Pepe Luis Vázquez.
Manolete y Pepe Luis Vázquez
     Leopoldo Ayuso, crítico taurino, empezaba su crónica diciendo: “Teníamos ganas de ver de maestro al que tanto habíamos mimado de novillero”. Y en verdad que Pepe Luis tiene una actuación triunfal, dando la vuelta al ruedo en el tercero y cortando una oreja en el sexto. Otro triunfador de la tarde es Domingo Ortega, orejeado en el cuarto y del que el crítico taurino dice: “Sigue siendo el dueño y señor del toreo”. ¿Y Manolete? Pues Manolete estuvo muy bien con la capa en los lances de recibo como en los quites. Hizo una faena torerísima y ceñida, entre el general entusiasmo, pero pinchó más de la cuenta y lo que pudo ser un éxito grande quedó reducido a una vuelta al ruedo. En el quinto aliñó y al estar moroso con el descabello escuchó pitos.
     La feria tuvo el colofón de una novillada postinera. Con ganado de Curro Chica se las vieron Pedro Barrera, Emiliano de la Casa “Morenito de Talavera” y Aurelio Puchol “Morenito de Valencia”.
     Los murcianos han de ver una corrida más este año. El 12 de octubre hacen el paseíllo Pepe Bienvenida, Pascual Márquez y Pepe Luis Vázquez. Los toros, del mismo dueño que la novillada anterior: Curro Chica. 

Testigo de la alternativa de Pedro Barrera

Manolete toreando a un Miura en Barcelona, 2 de julio de 1944
     En 1941, la personalidad de Manolete está suficientemente afianzada; es, sin duda alguna, la primera figura, la más taquillera y, por consiguiente, la que más cobra. Está solo en su cumbre y en ella se asegura más y más en una temporada en que los triunfos apoteósicos se suceden tarde tras tarde. Valencia en Fallas, Barcelona a lo largo de la temporada, Sevilla en feria, donde le corta un rabo a un Villamarta, donde, a decir de Clarito, Sevilla se va a enmanoletar para siempre, sin renunciar, añadimos nosotros, a un pepeluisismo -¡faltaría más!- que aún perdura a través de generaciones. Otra vez Valencia en su feria de julio, donde es testigo de la alternativa de Pedro Barrera; las ferias del norte… Toda una sucesión de triunfos, que no se conoce hasta la fecha un torero de mayor regularidad, de mayor constancia en el éxito.
Pedro Barrera
     Mientras tanto, por aquí saciamos la afición con novilladas en las que actúan “El Niño del barrio”, “Morenito de Talavera”, “Morenito de Valencia” y se presenta la pareja infantil formada por Ramón Arasa “Fuentes” y Miguel Martín “Minuto”. Sorprenden con su desparpajo, con su bien hacer, con su conocimiento de todas las suertes. Son unos niños prodigio, que luego, como suele ocurrir con los de su condición, se quedan en nada. Entretanto, en el mes de mayo una noticia luctuosa llena de pesar a los aficionados. En la plaza de las Ventas, un toro de Concha y Sierra ha segado la vida de Pascual Márquez.

Una cogida que lo marcó

     Cuando llega la Feria de Septiembre, la expectación es máxima. La empresa que regenta don Enrique Ruiz ha dispuesto tres carteles muy interesantes. El día 7, con los murubes de Carmen de Federico, hacen el paseíllo Juanito Belmonte, Manolete y Pepe Luis Vázquez. Aquí se le quiebra al cordobés la racha de triunfos, a pesar de que el torero viene muy embalado desde Bilbao, Antequera, Almagro, Linares, Mérida…
     Plazas que son testigos de actuaciones clamorosas. Una faena de oreja en su primero es malograda con la espada. Las actuaciones de Belmonte y Pepe Luis transcurren entre palmas y pitos. Al día siguiente, día 8, otro llenazo, fruto de la expectación, pues a los tres nombres del día anterior hay que añadir, en corrida de ocho toros de Concha y Sierra, el de Pedro Barrera, que, tras su exitosa alternativa en Valencia, viene pidiendo paso con la personalidad arrolladora de su muleta, que conecta enseguida con los graderíos.
     Manolete sale con unas ganas tremendas, deseoso de incorporar Murcia a su largo rosario de actuaciones clamorosas. Ya en quites, Pepe Luis y él ponen al público en pie. Cuando coge la muleta el cordobés va a por todas. Ha brindado al público y se ha llevado el toro a los medios, en donde está cuajando una faena muy de su corte, entre el delirio. En el cenit del trasteo, lo derriba el toro y lo cornea a placer, pues al estar en el mismísimo centro, los segundos que tardan los toreros en llegar son angustiosos. En  la enfermería, el Dr. Sánchez-Parra García escribe en el parte facultativo que el diestro padece una herida en la mejilla derecha que llega hasta la región cigomática, otra en la región auricular y fuerte contusión torácica. Pronóstico reservado, que le impide continuar la lidia a pesar de que el diestro, muy maltrecho, quería salir por encima de todo y don Ramón ha de imponer su autoridad no dejándole volver al ruedo.
Manolete, con la herida de la boca 
     Juanito Belmonte cortó las orejas y el rabo del quinto. Pedro barrera desorejó a sus dos enemigos y Pepe Luis, que toreó como deben torear los ángeles, malogró su actuación por su fallo a espadas.
     La feria se cerró con una corrida en que, con los Braganzas de Curro Chica, actuaron Rafael Ponce “Rafaelillo”, el tío-abuelo del actual Enrique Ponce, Pepe Luis Vázquez y Pedro Barrera.
     En 1942 continúa rigiendo la plaza de toros de Murcia don Enrique Ruiz. Antes de feria, el 14 de mayo, con ganado de Concha y Sierra, tan habituales en Murcia por aquellas calendas, hace su presentación un novillero que lleva revolucionada a toda la afición de la bahía gaditana. Miguel del Pino, natural de El Puerto de Santa María, es, con toda justicia, el ídolo de aquel maravilloso rincón. Es novillero finísimo, muy en la línea de Pepe Luis, que hace concebir grandes esperanzas, que luego, inexplicablemente, no se cumplieron, pues era torero dotadísimo para alcanzar los primeros puestos. Con él alterna Rafael Perea “El Boni”, hijo del gran banderillero Bonifacio “El Boni”, `peón de lujo en cuadrillas de lujo.
     “El Boni” novillero, es un torero con un capote tan de seda que en la Plaza México, pasados los años, lo perpetuarán en una estatua toreando a la verónica. Pero es torero de cristal, de frágil ánimo. Completa la terna Vicente Vega “Gitanillo”, de la saga de Curro Puya y de “Gitanillo de Triana”, de quienes es sobrino. Tiene una figura envidiable y eso es sólo lo que evidenció en su labor. El triunfador absoluto es Miguel del Pino.

Acontecimiento taurino

     El 18 de julio se produce un acontecimiento taurino del que aún hablan los viejos de la localidad. A beneficio de las obras del Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta -obras que dirige, a veces, a costa de su propio patrimonio, un murciano ejemplar que se llama don José Alegría-, se organiza un festejo con toros portugueses de Pinto Barreiro y en el que actúan Domingo Ortega, Pepe Bienvenida y Pedro Barrera.
Pepe Bienvenida
La tarde es de orejas para todos y Pepe Bienvenida, el inmenso Pepote, pone cuatro pares de poder a poder que aún no hemos visto mejorados y que todavía tenemos en la memoria.

Manolete está en su cuarto años de matador, firmemente consolidado en su cumbre. Tras unos comienzos en los que el triunfo se le resiste porque no mata a los toros –él, tan gran estoqueador-, pronto corrige el contratiempo y las orejas y el rabo suelen poner el punto final a sus faenas, culminando, todo ello, en la feria valenciana, donde a los seis toros que estoquea les corta once orejas y cuatro rabos y alguna pata que otra.
     El 16 de agosto, en San Sebastián, para hacer juego con la cicatriz de Murcia, un Saltillo de Félix Moreno le raja la mejilla izquierda. El día 26 de agosto se acerca a la ciudad murciana de Cieza, donde actúa con Manolo Martín Vázquez y “El Andaluz”. Las dos buenas faenas que hace se malogran con la espada. Como ocurre en Murcia, el 8 de septiembre, donde acude después de un éxito en Aranjuez de clamor, de los que marcan época. El mal manejo del estoque le estropea el buen tono de la faena en su primero y en el otro, en el que por sus dificultades se ve obligado a abreviar, es frecuentemente pitado, más que nada por el desencanto, por lo mucho que siempre se espera de él. Los toros han sido de Concha y Sierra y los compañeros de cartel, Juanito Belmonte, Manolo Martín Vázquez y Pedro barrera, que obtiene un triunfo apoteósico y sale de la plaza por la puerta grande, tras cortar dos orejas, rabo y pata.
Manolo Escudero
     Taurinamente, aquella feria del 42 se va a cerrar con una novillada en la que, con astados de Benítez Cubero, actúan el “Niño del Barrio”, Miguel del Pino y Manolo Escudero.
   Y cuando llega el 12 de octubre, con novillos del mismo hierro, vuelven a hacer el paseíllo el “Niño del Barrio” y Manolo Escudero, esta vez acompañados, por el granadino Fidel Rosalem “Rosalito”.

Tope en los honorarios

     Llega 1943 y los cuatro grandes empresarios de la época, Alonso Orduña, gerente de Las Ventas; Eduardo Pagés, empresario de Sevilla y de buen número de plazas del norte; Pedro Balañá, de Barcelona y Cristóbal Peris, de Valencia, se reúnen y acuerdan ponerle a Manolete un tope salarial de treinta mil pesetas en sus honorarios. Manolete y Camará no se doblegan y deciden esperar. A los pocos días, un empresario de plaza de segunda, el de Castellón, contrata a Manolete para la corrida de la Magdalena a un precio muy superior al máximo establecido por los grandes. En vista de esto, Pedro Balañá se apea de lo tratado y se apresura a contratar al cordobés para Barcelona y a continuación claudica Cristóbal Peris, aunque sin tiempo ya para que Manolete vaya a Fallas, pues los carteles de las fiestas josefinas ya están en la calle, pero le firma sin condiciones cuatro corridas para la feria de julio y, antes, una extraordinaria para el mes de mayo. Únicamente Pagés se mantiene firme en “sus trece”, por lo que aquel año Sevilla y San Sebastián, dos plazas muy de Manolete, se ven privadas de la presencia del ídolo. Manolete, pues, continúa solo en su cumbre, lo que lleva consigo ser el pararrayos de todas las tormentas, de las que sale triunfante.
Don Pedro Balañá
     En Murcia se ha hecho cargo de la plaza el alicantino don Alfonso Guixot, cuyo padre, don Álvaro, también fue empresario de este coso a final de los veinte y primero de los treinta y es recordado con agrado, por la afición, por su buen hacer.
     Coincide este año de 1943 con  las fiestas del VII Centenario de la Reconquista de Murcia y se homenajea a la antigua patrona de la ciudad, la Virgen de la Arrixaca. Don Alfonso programa dos corridas sumándose a la efeméride. El 25 de abril, Domingo de Resurrección, con toros de Galache, hacen el paseíllo Pedro Barrera, Antonio Bienvenida y Domingo Dominguín. Para el domingo siguiente, 2 de mayo, se anuncia la alternativa de Manolo Escudero, uno de los toreros que mejor ha toreado a la verónica. Va a ser su padrino Manuel Rodríguez Manolete y el testigo Pedro barrera.
     Como los toros son del Conde de la Corte, al cartel no se le puede poner un pero y el interés de los aficionados es grande. La expectación no se ve defraudada, sino al contrario. Los toros del Conde de la Corte dan su acostumbrado espectáculo, inherente a su aristocrática sangre. En el caballo, viniéndose desde lejos, recargando, derribando, haciendo unos tercios de varas realmente bellos y dando ocasión a numerosos quites. Luego, a la muleta, llegan con largo recorrido, con nobleza. Manolete, que no ha perdido ocasión de lucirse en quites, como entonces era moneda corriente, con aquellas sus verónicas tan quintaesenciadas, es protestado en su primero por pinchar en demasía. Pero el bravo cuarto toro se quita la espina. El condeso entró cinco veces al caballo y aún así llega a la muleta con mucho gas, pidiendo guerra. Es un toro para un torero. Ambos se complementan y surge la faena maravillosa. Todavía, a pesar del duro castigo, ha de doblarse el cordobés con él antes de que de su muleta broten sus lentos y largos naturales, con el toro ya templado y la plaza en pie, en pleno delirio. Los trofeos máximos y para el bravo animal una triunfal vuelta al ruedo.
     Pedro Barrera está vibrante, con esa manera tan suya de llegar al tendido y corta orejas. Y lo mismo ocurre en sus dos toros con el toricantano. Corrida, pues, de éxito para todos.
     Al socaire de esta tarde triunfal, la empresa anuncia una corrida para el 3 de junio, festividad de la Ascensión, en la que, con ocho toros de Concha y Sierra, se anuncia a los tres mismos diestros con el aditamento, por delante, del madrileño Luis Gómez “El Estudiante”. Pero Manolete no pudo actuar: una inoportuna indisposición lo quitó del cartel, siendo ocupado su puesto por el genial diestro, ya en su último tramo, Victoriano de la Serna.
Manolete, El Estudiante y Juanito Belmonte
     Días después, el 13 de junio, saltan al ruedo de nuestra plaza seis novillos de doña Carmen de Federico, los murubes, para “El Niño del barrio”, que, pasado ya de edad, víctima como ninguno del parón que supuso en su carrera los tres años de guerra, aún lucha con gran dignidad en el escalafón novilleril. Se presenta ese día un gitano singular, de gran prestancia, hijo de una modelo del gran pintor don Ignacio Zuloaga, por nombre Rafael Albaicín, y completa el cartel un muchacho alto, desgarbado. Es sobrino de Ángel parra, buen picador a las órdenes de Manolete, que es quien lo recomienda a Guixot. El novillero se llama Agustín Parra “Parrita” y es esta su segunda novillada con picadores. El festejo es de los que dejan huella, de los que hacen afición. Se le cortan las orejas a todos los novillos. Pepe Vera luce todo su repertorio, que va desde la larga de rodillas, su emocionante modo de veroniquear, de quitar por chicuelinas, sus faenas casi siempre comenzadas de rodillas, para acabar, frecuentemente, con una estocada recibiendo; difícil suerte de la que es un consumado maestro. Es un caso de pundonor, de vergüenza torera.
     Rafael Albaicín causa asombro. Su elegancia, la lentitud de su toreo, su personalidad son un fuerte impacto en la afición murciana. Más adelante ocurriría lo que tantas veces sucede con los toreros de su raza. La indolencia, la falta de decisión hizo que todo quedara en una esperanza frustrada.
     Y sorprende -¡y cómo sorprende!- el modo con que Agustín Parra presenta la muleta en la izquierda, a buena distancia para aguantar impávido la arrancada. Es un virtuoso del natural, un gran muletero que, mientras esté en el toreo, andará con desahogo por las alturas del escalafón. Tanto gusta que el 25 de julio, en todo el apogeo del verano, en fecha insólita para el calendario taurino murciano, vuelve a Murcia, con novillos de Samuel Flores y con “El Niño del Barrio” y Eugenio Fernández “Angelete”, un novillero puntero en aquel entonces y que tras su alternativa casi desapareció del mundillo taurino.

Pedro Barrera y su amistad con Manolete

     Y así llegamos a la feria. La corrida fuerte es -¡cómo no¡- el 8 de septiembre, día clásico de toros en que la ciudad es invadida, desde primeras horas de la mañana, por gentes de la huerta que llenan el ferial, a la sazón en el Parque de Ruiz Hidalgo, los comercios de Platería y Trapería, los bares… Y por la tarde, a los toros. Este año, con ocho de don Antonio Pérez de San Fernando, hacen el paseíllo Manolete, Pedro Barrera, Antonio Bienvenida y Manolo Escudero.
Antonio Bienvenida
     Para el día 12 de septiembre se anuncia una novillada de Concha y Sierra. Ocho novillos que han de estoquear los triunfadores del 13 de junio pasados: “Niño del Barrio”, Albaicín y “Parrita”. Completa el cartel un singular personaje. Es un buen torero, da unos lances con la capa con  las manos bajísimas; es un buen actor y es un poeta muy aceptable. Es un personaje irrepetible. Se llama Mario cabré, que al fin no llegará a actuar porque unos días antes cae herido en la Maestranza sevillana, siendo sustituido por un muchacho larguirucho, al que Manolete vio actuar, una noche de feria albaceteña, en la parte seria del espectáculo de Llapisera y sentenció: “Este viene con la escoba”. El muchacho en cuestión se llama Luis Miguel Dominguín.
     Aún se asoma Manolete una vez más a la provincia de Murcia. Caravaca de la Cruz ha organizado, para los primeros días de octubre, una brillantísima feria taurina. Pedro barrera logra que venga a actuar con él, mano a mano, su gran amigo Manolete, despertando el solo anuncio de la corrida el entusiasmo que se puede suponer. Para ello se han traído los “gracilianos” que Pepe Escobar ha comprado, es decir, puros santacolomas, que, haciendo honor a su sangre, derrochan bravura, que es aprovechada en grado máximo por los dos actuantes, que desorejan, a partes iguales, a cuatro toros. El entusiasmo se desborda y Caravaca recordará durante muchos años esta corrida de toros.
     Al día siguiente, un novillero del pueblo, particularmente querido por todos los aficionados murcianos, el “Niño de Caravaca”, hace su debut con caballos, siendo sus acompañantes un novillero peruano llamado Alejandro Montani y el ya novillero puntero Agustín Parra “Parrita”.
     Todavía se prolonga aquella feria caravaqueña con la celebración de una becerrada en la que debuta el becerrista local Pedrín Moreno, diestro que en su día hizo concebir grandes ilusiones, que luego no se cumplieron.
     Cuando alborea 1944, Eduardo Pagés ha hecho las paces con Manolete. Vuelve el cordobés a la Maestranza y a las ferias del norte. Va a ser el año que más veces vista el traje de luces y va a ser, también, la temporada en que -¡por fin!- encuentre el ansiado rival en el que descansar un poco la tremenda responsabilidad que recae sobre sus hombros durante varias temporadas seguidas. Porque queriendo compartir estas cargas, a principio del año anterior Camará y don José Vázquez, el padre de Pepe Luis, intentaron una asociación, un “entente cordiale”, entre bastidores, para que ambos toreros hicieran el paseíllo juntos en numerosas ocasiones, ya que se daban los ingredientes necesarios para una competencia.
     Dos toreros de estilos opuestos. Frente a la seriedad senequista de Manolete, la gracia alada, respaldada por una gran maestría, del torero de San Bernardo. Pero ocurre que, para que esto suceda, para que el público se interese verdaderamente y divida sus fervores, es decir, para que se cree una verdadera competencia, ambos toreros han de ser dos leones. César Jalón “Clarito”, el gran crítico taurino, se lo hace ver a Camará: “El inconveniente que le veo a esto es que Pepe Luis no tiene bragueta”. A lo que Manolete contestará rápido, como movido por un resorte: “Pues eso faltaba, que encima tuviera bragueta”.
     La competencia no se lleva a cabo, frenada además la temporada de Pepe Luis en Santander, el 25 de julio, por una terrible cornada en la cara que le desfigura el rostro. Así, pues, que 1944 lo iniciaba, una vez más, reinando totalmente solo.

Actuación en Cartagena

     Tras los éxitos iniciales de Fallas viene a Cartagena en la taurinísima fecha del Sábado de Gloria, el día más clásico de toros de la ciudad hermana, hasta que el cambio de liturgia acabó con dicha festividad.  Pero Manolete viene antes de ese 8 de abril. Ha sido invitado a ver las magníficas procesiones y allí pasa esos días de recogimiento y fervor entre las muestras de simpatía de los cartageneros. Comparte cartel con Juanito Belmonte y Juan Mari Pérez Tabernero, con toros salmantinos de Ángel Sánchez.
     Tanto el hijo del trianero como el de don Antonio Pérez cortan orejas, no asó Manolete, a pesar de estar lucidísimo con capote y muleta en ambos toros. El poco tino con el descabello le priva del triunfo. Uno de los toros se lo brinda al almirante Basterreche y el otro al alcalde de Cartagena, quizás agradeciéndole las atenciones que la ciudad ha tenido con él.
Manuel Álvarez "Andaluz"
     En Murcia continúa de empresario don Alfonso Guixot. Un partido de fútbol, por lo visto muy interesante, obliga al empresario alicantino a posponer la corrida de Resurrección, tan clásica en Murcia, al miércoles siguiente. El día 12 de abril. Pepe Bienvenida, Juanito Belmonte y Manuel Álvarez “El Andaluz” componen el cartel, con toros de Pinohermoso. Con uno de Manuel González, el popular Machaco, que tenía lo de Contreras, abre plaza el caballero jerezano don Álvaro Domecq, que desde el año anterior, ya en plan profesional, enseñorea los ruedos, trayendo a ellos todo el sabor campero de su Andalucía. Todas sus actuaciones son para beneficio de una institución que acoge a niños pobres, a los que se le da manutención y estudios. Es un hermoso gesto digno de tal caballero. Estrella de su cuadra, en la que hay caballos magníficos, es la yegua “Espléndida”, que pronto se haría tan popular como los toreros. La gracia, la torería del noble bruto son arrebatadoras y los aficionados al arte ecuestre ya la comparan con “La Bordó”, la mítica yegua de Cañero. Pero “Espléndida” es mucho más. Al cabo de los años, cuando los ojos de uno han visto ya numerosísimos caballos toreros, se queda en su recuerdo con la simpar yegua de don Álvaro.
     En el mes de junio, en la vecina plaza de Orihuela, el infatigable luchador, a prueba de cogidas y avatares, Pepe Vera “El Niño del Barrio” toma, por fin, la alternativa. Es su padrino Luis Gómez “El Estudiante” y actúa de testigo Pedro Barrera. Inopinadamente, al término del festejo el diestro caravaqueño decide retirarse de los ruedos sin que nadie encuentre motivo para ello, pues las dos temporadas y media transcurridas desde su alternativa han sido magníficas y cuenta con los favores del público. Volverá aisladamente en 1946 y en 1949, pero ahí, en Orihuela, puede decirse que acabó el hombre de luces. No el torero, pues Pedro siempre lo fue, hasta andando por la calle. En julio, en Madrid, en la tradicional Corrida de la Prensa, Manolete hace a un sobrero de Pinto Barreiro la faena más soberbia, al decir de la crítica, de toda su vida torera. Así lo aseguran las mejores plumas del país, pero es difícil valorar esto en una carrera taurina en la que abundan, como nunca ocurrió en toda la historia del toreo, tantas faenas grandiosas.
Manolete y Carlos Arruza
     Cuando aún no se ha extinguido el eco triunfal de la Corrida de la Prensa, como por sorpresa, se arregla el pleito que, desde 1936, sostienen los toreros españoles con los mejicanos. Se organiza rápidamente, en Madrid, lo que pudiera llamarse la Corrida de la Concordia. Por tierras lusitanas está toreando Carlos Arruza, nombre hasta entonces desconocido del público español. Luego sabremos que es hijo de españoles, de santanderinos concretamente, y que tomó la alternativa en su Méjico natal, en 1940. No tiene mucho cartel en su tierra azteca, donde ocupan los primeros puestos el siempre maestro Armillita, “El Soldado”, Lorenzo Garza y los geniales Silverio Pérez y Luis Procuna. Así que, cuando hace el paseíllo  con Antonio Bienvenida y “Morenito de Talavera”, es un perfecto desconocido.
     Con las banderillas forma un verdadero alboroto, pues es banderillero espectacular y seguro, y con la muleta practica un estilo muy encimista, que sorprende al público. Corta orejas y una semana después Balañá, atento siempre a las novedades, lo lleva a Barcelona, en donde triunfa apoteósicamente y en donde empieza a torear frecuentemente, extendiéndose su fama por toda España. Barcelona, como ocurría por aquel entonces con tantos toreros, es su trampolín. A continuación, las demás plazas empiezan a reclamarlo. Las gentes comienzan ya a señalar: “Este puede ser el rival”.

El monstruo” en Cieza

     Y no tardan en encontrarse en el ruedo. Un mes después, el 26 de agosto, en la murciana Cieza, los carteles anuncian seis toros de Sánchez Valverde (los hoy temidos toros del Cura Valverde), para Pepe Bienvenida, Manolete y Arruza. Alegría y asombro en la afición, que nop puede creer que corrida de tan alto interés y presupuesto se dé en plaza tan pequeña. Pero los ciezanos son así y su plaza pasa a la historia como la del primer encuentro, en tierras hispanas, de tan grandes toreros. Un acontecimiento, pues, de primer orden.
 
Pepín M. Vázquez, Manolete y Gitanillo de Triana
    Manolete está inmenso, arrollador. Adivina que el mejicano va a ser el rival que se le busca, que le busca el público, que es, al fin y al cabo, quien tiene que hacer las competencias y quiere marcar las diferencias desde el primer momento. Una actuación extraordinaria con corte de orejas y rabo. Arruza logra un apéndice en el último de la tarde y Pepote Bienvenida se limitan a cumplir. 
     El primer paso ya está dado, vuelven a encontrarse muy entrado septiembre, casi finalizado, en Oviedo y Logroño, donde Manolete vuelve a estar soberbio, pero donde el mejicano, con su peculiar estilo, muy sobrado, da un verdadero toque de atención.
     En Murcia, en la ya consabida y añorada fecha del 8 de septiembre, hacen el paseíllo Juan Belmonte, Manolete y “El Andaluz” quien saborea las mieles del éxito. La feria se cierra el 10 de septiembre con una corrida vieja, disparatada, de Conradi, que pasaportan “Morenito de Valencia”, el polifacético Mario cabré y nuestro “Niño del barrio”, que hace este día su presentación como matador de toros y donde - ¡cómo no!- triunfa con su denuedo y valor de siempre.
     Pocos días después, Manolete visita de nuevo la provincia. Los murcianos tenemos ocasión, el día 14 de septiembre, de desplazarnos a Cehegín, donde el cordobés va a hacer el paseíllo nada menos que con Domingo Ortega y el jovencísimo Pepín Martín Vázquez, torero de dinastía, hijo del señor Curro Vázquez y hermano menor de Manolo. Es torero de la más pura escuela sevillana, que encandila a los cehegineros con su estilo rutilante. Corta orejas como asimismo las corta Ortega. Y lo mismo hace Manolete con el segundo de la tarde, al que ha toreado de capa y muleta con su acrisolada personalidad. Su actuación se vio empañada por su segundo toro, quinto de la tarde. El animal se inutilizó en el ruedo, en donde es apuntillado por el banderillero “Pinturas”, entre el griterío y el desencanto de la gente.
Antonio Labrador "Pinturas"
El 8 de octubre se organiza en Murcia una corrida a beneficio del Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta. Cartel de lujo. Junto al ídolo Manolete hace el paseíllo el mejicano Fermín Rivera y completa el cartel el siempre pundonoroso “Niño del Barrio”. 
     Los toros son de Arturo Sánchez. Tarde triunfal para todos y un brindis muy emocionado de Pepe Vera a Manolete, contento y feliz, el carmelitano, de verse actuando con la gran figura de Córdoba.
     El año 1.945 comienza para Manolete en el plan de siempre. Su constancia en el triunfo grande es de una regularidad pasmosa, única en la historia del toreo. Las tres corridas de Fallas son otros tantos éxitos.
Mientras tanto, la empresa que rige los destinos de Valencia desde el año anterior, los señores Alegre y Puchades, se han hecho cargo de la plaza de Murcia. Como el Domingo de Resurrección, que esta vez cae el 1 de abril, está ahí mismo, es muy difícil organizar un cartel interesante, ya que es día de toros en toda España, por lo que optan por cubrir la fecha con una novillada en la que, con novillos de Concha y Sierra, actúan Agustín Parra “Parrita”, Luciano Cobaleda y Luis Redondo.
Agustín Parra "Parrita"
Durante la novillada se anuncia el gran acontecimiento para el día 15 del mismo mes. Es la tarjeta de presentación de tan prestigiosa empresa. Con toros de Concha y Sierra harán el paseíllo Manolete, Arruza y “El Andaluz”. La empresa Alegre y Puchades, de la que forma parte un jovencísimo Pepe Barceló, es un caso único de permanencia en los destinos de una plaza. Desde aquel lejano 1945, Pepe Barceló está vinculado a Murcia (doy fe de que él se siente un murciano más) y aquí continúa, y Dios quiera que por muchos años, dándole sombra y consejo a la juventud prometedora de Ángel Bernal.
     Así, pues, acontecimiento por todo lo alto. En los chiqueros, nuestros conocidos conchaysierras, como una muestra más de que Manolete no le hace ascos a ninguna vacada, pues basta repasar las estadísticas para comprobar que se enfrentó con un número variadísimo de encastes y que varias veces toreó estos pupilos de doña Celsa Fonfrade, que nunca, nunca, fueron cómodos.
     La prensa que juzgó la corrida decía así: “Ha comenzado la batalla de Manolete y Arruza. “El Andaluz” fue, en Murcia, el mediador neutral”. Pero la verdad es que Manolete y Arruza no triunfan a lo grande. Están bien, pero nada más.
     De aquí marchan a Sevilla, a su feria, y allí es donde se plantea claramente la competencia, a pesar de que Manolete no tiene rival posible. Su categoría es muy alta para poder igualarle. Uno piensa, en la distancia y haciendo la salvedad de que Arruza era un grandísimo torero, que los que le aplaudían lo hacían más que nada para fastidiar al cordobés, que en este país resulta harto molesto ver triunfar siempre al mismo.
Manolete y Carlos Arruza
     Aquella feria sevillana en la que Manolete va a cuatro corridas y Arruza a dos, marca también las diferencias. Manolete dice bien claro (y lo dice con la muleta, ante el toro, que es como hay que decir estas cosas) que no está dispuesto a dejarse ganar la pelea. Sus cuatro actuaciones son apoteósicas, con corte de orejas a diario y arrimándose de tal modo que, también a diario, sale de la plaza con la taleguilla destrozada, como si fuera un novillero rabioso que se lo tuviese que ganar todo. Su casta indomable se eleva a alturas insospechadas. Y Arruza no se queda atrás en cuanto a entrega, cortando asimismo orejas en sus dos actuaciones y saliendo, también de la plaza con la ropa hecha unos zorros.
     A lo largo de la temporada se enfrentarán unas cuarenta veces  y en cada tarde pondrán siempre lo mejor de sí. Al mismo tiempo, como ocurrió siempre entre personas nobles, como ocurrió con Lagartijo y Frascuelo, como ocurrió con José y Juan, por encima de la competencia, nace entre ellos una admiración mutua, una amistad entrañable que llega hasta más allá de la muerte, pues, desaparecido el inmenso cordobés, es Carlos Arruza quien organiza en Córdoba una corrida extraordinaria, con la participación de diez matadores, en la que todos los ingresos van a ser para costear un monumento al coloso Manolete.

Una feria más


     Vuelven a Murcia en la fecha del 8 de septiembre. Abrirá plaza el caballero portugués Simao da Veiga, un clásico del país hermano, donde él y Nuncio son las figuras máximas.
     Con seis toros de Juan Pedro Domecq harán el paseíllo Manolete, Arruza y “Parrita”. Es una corrida de éxito, de principio a fin, donde se hicieron quites lucidísimos en todos los toros. Arruza elevó la emoción en grado sumo con sus pares de banderillas y, cada uno con su personalidad, hicieron seis grandes faenas de muleta. Orejas y rabos para todos.
Manolete con Álvaro Domecq
     El día 9, abre el paseíllo la gracia incomparable de “La Espléndida”. Su jinete, Álvaro Domecq, llena la plaza de señorío, de verdadero toreo a caballo en el toro que inicia la tarde. Los astados son los siempre temidos de don Eduardo Miura. Pepe Bienvenida, muy sobrado, triunfa fácilmente con ellos; Manolete hace, al segundo miura de la tarde, “su faena”, la que ha impuesto a casi todos los toros y corta las dos orejas y rabo, y Arruza, que es la primera vez que se enfrenta a tan molestos animales, extraña sus peculiares reacciones y anda un poco a la deriva en el tercero. Luego, en el sexto, se sobrepondrá y, sacando de dentro toda su casta de torero, cortará una meritísima oreja.
     Aún veremos, los murcianos, una corrida más en la fecha del 12 de octubre. Con toros de Colmenar, de Félix Gómez, actuarán, haciendo, los tres su presentación en Murcia, el mejicano Antonio Velázquez, el torero navarro Julián Martín y el valenciano Jaime Marco “El Choni”.
 
Manolete alternativando a "El Choni"
    En 1946, Manolete no torea en España. Ha tenido una intensísima temporada en Méjico, donde es absoluto triunfador y de donde viene con un cartel que ningún torero alcanzó hasta la fecha, pues todavía, en nuestros días, el nombre de Manuel Rodríguez es venerado en el país azteca y se le tiene, con toda justicia, como la mayor cumbre del toreo.
     Aquel año, guiado de su buen corazón, decide torear tan sólo una corrida, la de la Beneficencia, completamente gratis, como lo hizo siempre. Componen el cartel Álvaro Domecq, “Gitanillo de Triana”, Manolete, Antonio Bienvenida y Luis Miguel. Triunfa Manolete en su segundo toro, pero la tarde es de Luis Miguel, que desoreja a sus dos enemigos y sale de allí lanzado para gran figura.
     El invierno 1946-1947 transcurre entre la feria de Lima, en Perú, y las actuaciones en Méjico capital y sus estados. Cuando la temporada mejicana, que discurre en tonos triunfales, tanto para el cordobés como para Domingo Ortega y Jaime Marco “El Choni”, está en su punto álgido, las relaciones con los toreros mejicanos vuelven a romperse. ¿Causas? En los mentideros taurinos se rumorea que los principales instigadores son los miembros de dos dinastías toreras, apoyados por Marcial Lalanda, a la sazón apoderado de Pepe Luis Vázquez, que temen para la temporada inmediata una avalancha de toreros mejicanos, con la consiguiente merma de contratos para sus pupilos. Manolete, que quiere a Méjico tanto como Méjico lo quiere a él, se viene para España profundamente disgustado.
     En la primavera de 1947, pasada la feria de Sevilla, se anuncia que va a torear un número limitado de corridas y en muy determinadas plazas. Treinta es el número que se señala como tope, lo que viene a ser el anuncio de una próxima retirada.
     Empieza en Barcelona el 22 de junio, para seguir en Badajoz, Segovia y Alicante, en la clásica fecha del día de San Pedro. El que esto escribe lo ve torear allí por última vez, dos meses justos antes de llegar a Linares. Completan el cartel “Gitanillo de Triana” y “Parrita”, con toros del Conde de la Corte. Tarde de expectación máxima, pero una expectación hostil, pronta a romperse en broncas a la menor contrariedad. En el quinto toro, muy bronco, muy violento, Manolete se juega el todo por el todo. El presidente ha cambiado el tercio de varas con evidente ligereza. El toro llega muy entero, “muy levantado”, a la muleta. El ambiente, enrarecido, se podía cortar con un cuchillo, porque nadie espera que allí pueda haber faena y el público se siente defraudado. En medio de un silencio sepulcral, presto a romperse en gritos, Manolete se dobla cuatro veces con el condeso. Son cuatro pases maravillosos, de un dominio y de un castigo tal que el toro queda ya en su punto y a punto, para que surjan de aquella muleta los más bellos naturales, los más templados derechazos. Mata con el gran estilo de estoqueador que atesora y lo que amenazaba terminar en bronca acaba en una apoteósica vuelta al ruedo con las dos orejas y el rabo en la mano.

Una feria de luto

Certificado de Defunciónn y Parte Médico

A mediados de agosto, la empresa Alegre y Puchades sorprende gratamente a los aficionados con el anuncio de estas dos corridas para nuestra feria.
     Día 7 de septiembre, con toros de Alipio Pérez Tabernero, actuarán Manolete, Luis Miguel y “Parrita”. Al día siguiente, Manolete, Luis Miguel y Paquito Muñoz, con toros de Galache.
     Y pocos días después, en la madrugada del 29 de agosto, la noticia brutal, la sensación de orfandad en que quedamos los aficionados.
La mortal cogida de Manolete en Linares, foto de Cano
     La feria taurina se dio, naturalmente, que la fiesta siempre sigue, pero un halo de tristeza corría aquellos días por los tendidos de la Condomina. La reforma de los carteles quedó así: el día 7 de septiembre, corrida de ocho toros para Antonio Bienvenida, el “Niño del barrio”, Luis Miguel Dominguín y “Parrita”. Para el día 8 de septiembre se anuncia un toro de rejones para el Duque de Pinohermoso y, a pie, Luis Miguel, “Parrita” y Paquito Muñoz.
     Aún tuvieron los carteles que variarse. El día 6 cayó herido en Melilla Luis Miguel, siendo sustituido el día 7 por Manolo Escudero y el 8 por el “Niño del Barrio”.
La corrida de Miura en Linares. "Islero" en el centro.
El Club Taurino de Murcia organizó los funerales que se celebraron el día 8 por la mañana, en la iglesia de San Juan bautista, parroquia a la que pertenecía la plaza de toros. El templo se vio abarrotado de aficionados y en los, lugares preferentes se encontraban el Duque de Pinohermoso y el “Niño del Barrio”.
     La relación de Manolete con Murcia no termina aquí. En el corazón de los aficionados que tuvimos la suerte de verlo, su recuerdo sigue vivo, agigantada su figura, a pesar de los cincuenta años transcurridos.
Andrés Salas Moreno, septiembre 1997

BIBLIOGRAFIA
-Hemeroteca Municipal.
-José Luis de Córdoba. Manolete. 1943.
-Manuel Quiroga Abarca. Manolete. El hombre y el torero. 1945
-Filiberto Mira. Vida y tragedia de Manolete. 1984
-César Jalón “Clarito”. Memorias. 1972